Proustiana, un ejercicio de estilo....
Despacio, deleitándome con fruición al contemplar las hermosas fachadas que iba encontrando durante el paseo, caminaba por una de las viejas y estrechas calles de la parte antigua de la ciudad. Al pasar delante del gran ventanal abierto de una de aquellas nobles casonas, mi nariz me hizo detenerme obligándome a efectuar una profunda inspiración para poder disfrutar, tranquilamente, de aquel olor que tanto le había llamado la atención. A medida que el aroma se introducía en mi nariz, iban dibujándose en mi memoria toscas imágenes que, poco a poco, terminaron por perfilarse con clara nitidez: imágenes familiares, muy queridas, pero muy lejanas en el tiempo y casi olvidadas por completo. El gran recibidor de la casa de la abuela fue apareciendo ante mis ojos que, cerrándose a la realidad del presente, empezaban a ver sólo las imágenes que mi mente rescataba del pasado. De la cocina, situada al fondo de aquella gran estancia, se escapaba furtivamente el dulce olor de las tortas de Alcázar